«Vi más debajo del sol: en lugar de juicio, allí impiedad; y en lugar de justicia, allí iniquidad. Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.»
Eclesiastés, Capítulo 3, versículos 16 y 17.
El propósito de la vida: temer a Dios
¿Cuál es el propósito de la vida? Temer a Elohim (Dios) significa respetarlo y estar delante de Él con reverencia por lo que Él es. Sin embargo, en este mundo, vemos maldad en lugar de justicia. Esto afecta incluso al sistema legal. Salomón se preguntó cómo podía ser perfecto el plan de Dios cuando hay tanta injusticia y opresión. Concluyó que Dios no pasa por alto la injusticia, sino que la juzgará en el momento señalado.
Un mundo de cambios drásticos e injusticias
Vivimos en un mundo con cambios drásticos, donde las leyes humanas son inmorales e injustas. Estas leyes no buscan el bien del hombre, sino la conveniencia de unos pocos que desean imponer su visión de la realidad por ambición de poder, riquezas o honores.
Las injusticias inundan las relaciones personales y sociales. Hay violencia física, psicológica y verbal en familias, escuelas y otros grupos sociales. La impiedad, la anarquía y la opresión son comunes. Muchos viven en soledad y tristeza, alejados de Dios, mientras otros se refugian en el trabajo o el entretenimiento para evitar enfrentar la realidad.
El plan de Dios en medio del caos
A pesar de los problemas, Dios tiene un plan para cada persona. Él proporciona ciclos de vida y trabajo para que los cumplamos. Los problemas no deben ser obstáculos para creer en Él, sino oportunidades para descubrir que, sin Dios, no hay soluciones duraderas.
La queja y la promesa de Habacuc
El profeta Habacuc se quejó de la injusticia, diciendo:
«¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré y no oirás? ¿Y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.»
Habacuc, Capítulo 1, versículos 1-4.
Dios respondió a Habacuc con una promesa:
«Aunque la visión tardará por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.»
Habacuc, Capítulo 2, versículo 3.
Habacuc declaró su confianza absoluta en Dios, diciendo:
«Aunque la higuera no florezca… con todo, yo me gozaré en el Dios de mi salvación.»
Habacuc, Capítulo 3, versículos 17-19.
El clamor de la iglesia por justicia divina
Como iglesia, clamamos por justicia divina sobre las naciones. La Palabra de Dios dice:
«Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente.»
Salmo 92, versículo 7.
Es necesaria la unidad como iglesia del Altísimo, creyendo en sus promesas para ver la manifestación de su poder. Nuestro llamado es ser reedificados como verdaderos hijos de Dios, fortalecidos y empoderados para seguir adelante, incluso en tiempos difíciles.
La reflexión del profeta Hageo
El profeta Hageo nos invita a meditar en nuestros caminos y en nuestro corazón (Hageo, Capítulo 1, versículos 1-15 y Capítulo 2, versículos 1-23). Dios preguntó a su pueblo:
«¿Cómo pueden vivir en el lujo cuando mi casa está en ruinas?»
El templo era un símbolo de la relación de Judá con Dios, pero permanecía sin terminar. Mientras el pueblo trabajaba para sí mismo, tenía menos porque ignoraba su vida espiritual.
Lo mismo ocurre con nosotros. Si colocamos a Dios en primer lugar, Él suplirá nuestras necesidades más profundas. Si lo colocamos en otro lugar, nuestros esfuerzos serán fútiles. Hageo advirtió:
«Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal, recibe su jornal en saco roto.»
Hageo, Capítulo 1, versículo 6.
Conclusión: justicia divina y esperanza
Es tiempo de pedir justicia divina sobre los hogares afectados, las empresas donde trabajamos y las situaciones que nos roban la paz. La Palabra de Dios nos recuerda:
«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.»
Eclesiastés, Capítulo 3, versículos 1-15.
Como iglesia, debemos proclamar:
«Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.»
2ª Timoteo, Capítulo 1, versículo 7.
Ora y entrega las injusticias que enfrentas a nuestro Padre Celestial. Descansa en Él, y Él obrará. Bendiciones.
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